Etiopía culmina la construcción de la Gran Presa del Renacimiento Etíope, el mayor proyecto hidroeléctrico de África, con el objetivo de transformar su matriz energética. Sin embargo, el logro técnico aviva preocupaciones en Egipto y Sudán por el impacto en el caudal del Nilo y la falta de un acuerdo vinculante.

Después de más de una década de obras y negociaciones fallidas, Etiopía anunció la finalización de la Gran Presa del Renacimiento Etíope (GERD), un ambicioso proyecto de 5.000 millones de dólares sobre el Nilo Azul que promete duplicar la capacidad eléctrica del país, donde todavía el 60% de la población vive sin acceso a electricidad.
La presa, considerada la mayor infraestructura hidroeléctrica del continente africano, representa un paso decisivo para la independencia energética de Etiopía y podría posicionar al país como un exportador de energía regional clave. Sin embargo, la culminación del proyecto no ha traído consigo una solución diplomática al conflicto con Egipto y Sudán, países ubicados río abajo y fuertemente dependientes del Nilo para su suministro de agua.
Tanto El Cairo como Jartum temen que el embalse reduzca significativamente el caudal del Nilo durante épocas críticas, especialmente en periodos de sequía, lo que podría afectar gravemente la seguridad hídrica y alimentaria en sus territorios.
“La imprevisibilidad del clima complica aún más el escenario”, advierte Ahmed Soliman, investigador de Chatham House. “La falta de un acuerdo legalmente vinculante y la creciente presión sobre los recursos hídricos pueden generar nuevas tensiones políticas si Etiopía controla el flujo en momentos críticos”.
A pesar de 15 años de negociaciones sin resultados concluyentes, Etiopía ha defendido firmemente su derecho soberano a aprovechar sus recursos naturales para el desarrollo. En paralelo, los intentos de mediación internacional —incluidos los impulsados por la Unión Africana y Estados Unidos— no han logrado cerrar un acuerdo trilateral satisfactorio.
La GERD, más allá de su importancia técnica y económica, se ha convertido en un símbolo del renacimiento nacional etíope, pero también en un foco de tensión geopolítica que refleja los crecientes desafíos del manejo compartido de recursos estratégicos en un contexto de cambio climático y escasez hídrica.
FUENTE:Semafor