En el Día Internacional del Auxiliar de Enfermería, se pone en valor a quienes acompañan a los pacientes en los momentos más vulnerables, brindando cuidados esenciales y apoyo emocional, muchas veces en silencio.

Cada 14 de julio se conmemora el Día Internacional del Auxiliar de Enfermería, una fecha que va más allá del reconocimiento profesional: es un tributo a la humanidad, dedicación y compromiso de quienes hacen del cuidado su vocación.
Los auxiliares de enfermería son quienes permanecen junto al paciente en los momentos menos visibles: desde el aseo personal hasta el acompañamiento emocional. Su trabajo, aunque silencioso, sostiene el día a día de hospitales, clínicas y centros de salud. Son quienes aseguran que la cama esté limpia, que la medicación sea administrada correctamente, que el paciente se sienta acompañado y, sobre todo, escuchado.
En Guinea Ecuatorial, miles de auxiliares ejercen esta labor en instituciones públicas y privadas de todo el país. Desde Malabo hasta Mongomo, pasando por Ebebiyín y Bata, son ellos quienes alivian el peso de la enfermedad con gestos pequeños pero fundamentales: una palabra de aliento, una sonrisa, una presencia constante.
Más allá de las funciones clínicas, su papel emocional es irremplazable. Muchas veces son el nexo entre el paciente y el resto del equipo médico, o el único rostro familiar para quienes no tienen visitas. En un sistema de salud que enfrenta múltiples desafíos, estos profesionales son un pilar silencioso que sostiene la atención sanitaria con humanidad.
Reconocer su trabajo no solo implica celebrar una fecha, sino también visibilizar sus derechos, mejorar sus condiciones laborales y asegurar una formación continua que fortalezca su papel esencial en la salud pública.
Hoy más que nunca, el sistema sanitario necesita manos que cuidan, ojos que vigilan y corazones que acompañan. Y en esas trincheras diarias, los auxiliares de enfermería están siempre presentes.